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Legado de Amor

Sin deliberada voluntad influenció: su franqueza inescrupulosa, su sentido contestatario de justicia, la dedicación permanente por los desvalidos perros callejeros, el ignífugo amor por su madre… Se creía miserable - su espíritu había sido innumerables veces herido-, postergada, excluida. Decepcionada perdió, de las personas, la fe. Su acorazado corazón soslayaba los vínculos afectivos como si fueran saetas de perfidias futuras. Así la conocí y me crio; entre zafiedades, chanclazos, regalos y mimos.  No era perfecta, era como la vida la había formado: adusta, huraña, prejuiciosa, decía palabras hirientes, hacía acepción de personas, y tenía una permanente reticencia a yernos y nueras.  ¿De dónde viene el odio y el rencor? En la antesala de la noche, en medio del runrún de los ronquidos del abuelo, fui su confidente. Entre sollozos y lágrimas; noches enteras; recordando cuitas y desventuras. Su relato revivía el dolor. Aquella desoladora infancia la había marcado para siempre: desafecta

El neonato desecho

¿Qué fibra vibra en el alma del ser humano que, por ejemplo, abandona a su suerte un recién nacido en vía pública o del axiologo subjetivo cuando relativiza sus cuestiones éticas? Silencio incomprensible… Una garrafal ignominia: El inescrúpulo. Se ha matizado a tal punto la moral en las nuevas generaciones; promovido, a mí ver, coyunturalmente entre las ideas políticas “progresistas” y los medios de comunicación;  que representa, cada vez más, una maraña inescrutable en la reflexión ética del bien y el mal. La maldad difuminada se avizora sin límites estrictos. Los grises sobreabundan más que nunca en su monocromática paleta. Lo que genera, prima facie, dos cosas: confusión ergo caos. El subjetivismo axiológico nos ha enajenado. Inconscientemente ha mellado la obtusa mentalidad colectiva. Se ha valido de nuestras pasiones innatas para generar alboroto. Ha justificado lo antes injustificable.  Nos ha fragmentado en cúmulos irreconciliables. Toda una madreselva de pendiente an